Hace algunas semanas, precisamente el día 10 de mayo, nos encontrábamos celebrando el día de la madre; próximamente, el día 18 de junio celebraremos a los padres y justamente hemos visto como durante décadas estos días llenamos a nuestros padres de agradecimiento envuelto en regalos, palabras, experiencias y tiempo por todo aquello que han hecho por nosotros.
Quizás en nuestra historia nuestros padres están presentes, pero quizás no lo estén; y en estas fechas se sensibiliza el recuerdo y la huella positiva o negativa que ellos han dejado en nosotros.
En la infancia, la función de nuestros padres tiene una relevancia que marcará la pauta para nuestra vida adulta. El vínculo temprano entre padres e hijos es fundamental para el desarrollo emocional y social, generan los apegos sanos que favorecen nuestra seguridad y el desarrollo de nuestra personalidad en el mayor equilibrio.
Pero ¿qué pasa cuando los vínculos con nuestros padres no generaron vínculos sanos?
Seguramente has escuchado o leído la frase: “heridas de la niñez”. Pues estas pueden ser causadas por diferentes factores, como el abuso emocional, físico, sexual, negligencia, abandono o falta de atención, entre otras, lo cual afecta de manera directa en nuestras conductas y emociones, tanto de la niñez como en la vida adulta.
Es importante permitirnos entender que de niños no tenemos la capacidad de comprender, aceptar o rechazar las conductas de nuestros padres hacia nosotros, puesto que no contamos con el razonamiento para discernir aquello que nos nutre, de aquello que nos daña.
Es por eso que como adultos tenemos la responsabilidad de cuidar nuestras emociones, de ser conscientes de lo que vivimos en nuestra infancia para deshacernos de la carga que lastima nuestro presente, de sanar las heridas que voluntaria o involuntariamente se nos generaron y responsabilizarnos de ser el adulto que nuestro niño(a) necesitó en ese momento.
Por lo tanto, en estas fechas significativas permítete soltar, desde el agradecimiento, todo aquello que tus padres te brindaron, consciente de que ellos tenían solo eso para dar, porque a ellos sólo eso se les brindó. Así que, de nuestros padres recibamos lo que son y no lo que deseamos qué sean.